El verano de 1990 había sido medio difícil para esta amistad, Rodrigo se había ido de viaje con sus padres y abuelos a Estados Unidos, para poder disfrutar de todos los espectáculos que ofrecían. Para Nahuel era una tragedia que lo angustiaba, porque su amigo nunca llegaba con sus padres el fin de semana. Fue antes de su cumpleaños cuando a las 10 de la mañana sintieron las bocinas de unos autos en el portón de entrada, y fue cuando Nahuel salto de la cama y fue a mirar que era su amigo que había vuelto de viaje.
Rodrigo lo seguía viendo de igual manera, nada había cambiado desde el viaje, todo era igual.

Entraron a la casa luego de estacionar. Conectaron todo a la casetera (era una de las pocas que había en 1990), y vieron todos juntos el viaje que habían hecho. La abuela de Rodrigo, mucho no lo quería a Nahuel, quizás por que se venia de alguna manera que en un futuro podría ser algo peligroso que ellos siguieran con esta clase de amistad, y siempre trataba de hacer con que Nahuel se sintiera mal, o que entienda y tenga bien en claro de que algún día todo iba a terminar e incluso esa amistad, siempre decía que lo decía por el colegio al cual iba Rodrigo que el demandaba mucho tiempo. Ese día salieron a andas en bicicleta por los alrededores de la quinta, ya que a una cuadra había una reserva de eucaliptos, donde parecía una selva, era casi imposible poder cruzar por ella.
Ese fin de semana se olía en el aire algo extraño, algo que no era común, había un sabor amargo en el aire, estaban seguros que algo iba a pasar.
Pero llegando el domingo a la noche y luego de ver que no había pasado nada, todos se despedían, y sonreían hasta la próxima semana. Pero algo ya no estaba bien.
El padre de Nahuel, no se sentía bien. Hacia unos días que no estaba bien, todos creían que era por el tiempo que le dedicaba a su trabajo. Pero así y todo nadie le dio importancia, parecía algo así como un resfrío.
Pasaron los días y Nahuel no salía de su casa, ya no hacia amistad con los chicos del barrio, y se la pasaba jugando todo el día con los hermanos o con Oliver, el perro que su padre tenia en la casa.

El miércoles a la noche luego de un día maravilloso, el cielo de oscureció y todos se acostaron temprano, se acercaba una tormenta, pero parecía que iba a ser una de las tantas que suceden todo el tiempo.
Eran cerca de las 03.30 a.m. y Oliver había empezado a ladrar desaforadamente, el padre de Nahuel se había levantado y volvió a buscar su arma, un 38 mm. Tenia en claro, que sea como sea tenía que defender a los suyos. Fueron tres disparos seguidos y después la nada quedo flotando en el aire. Así estuvo todo hasta 10 minutos después. Beatriz ya estaba en una crisis porque su marido no había vuelto, pero enseguida sintió que las llaves entraron el picaporte y de apoco dieron vuelta, y entro.

Habían tratado de saltar el paredón y luego el portón, pero como en el paredón la terminación estaba hecha con vidrios de punta para que nadie tratara de entrar y el portón era demasiado alto, mas el perro ladrando, solo trataron, porque después encima de los disparos, no quisieron seguir insistiendo.
Al entrar contó la historia como si hubiera sido no más que una broma de mal gusto. Pero todos sabían que los tiempos estaban cambiando. Había que implementar nuevos sistemas de seguridad.
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